A lo largo de nuestra experiencia hemos desarrollado nuestras propias elecciones con respecto a la elección de un buen terapeuta.
Un buen terapeuta es alguien con una formación suficiente en la técnica o disciplina que corresponda. Lo ideal es que también tenga una experiencia personal de los territorios en los que ha de introducir a su cliente. De esta manera su marco contextual será amplio e incluirá todas las áreas posibles de la experiencia humana, y estará dispuesto a seguir a su cliente en cualquier dirección.
Un maestro o terapeuta eficaz goza de compasión y humildad, y se dedica al servicio, manteniendo una postura ética que no le permite manipular a los demás en su provecho. Constantemente apunta a los propios recursos de sus clientes como clave de fuerza, crecimiento y sanación, en lugar de atribuirse su desarrollo personal o espiritual, o convertirse en un objeto de devoción.
Es importante que todo buen maestro o terapeuta tenga sentido del humor –la capacidad de reírse de uno mismo o del juego cósmico− en un momento dado. También es básico que haya una resonancia entre el discípulo y el maestro o terapeuta y cliente; que provenga de una sensación de confianza, así como de una atracción esencial por la persona y su trabajo. Es importante que el terapeuta o maestro sea una persona objetiva y digna de tu confianza.
En toda disciplina espiritual, el maestro es alguien que ha estudiado, practicado y que ha tenido experiencias personales antes de estar preparado para guiar a los demás. Las que a simple vista parecen técnicas sencillas, son de hecho prácticas complejas que lleva años dominar. Del mismo modo, un buen terapeuta necesita haber tenido una exposición personal y profesional suficiente en el seno de su escuela o terapia. Deberá haber estudiado y experimentado a fondo ese enfoque y habrá de conocer realmente sus posibilidades y sus puntos débiles.
Cuando elijas un terapeuta, entrevístate con él o ella del mismo modo que harías para una entrevista de trabajo. No temas hacer preguntas sobre sus antecedentes, cualificaciones, la definición de su papel y el grado de exposición personal y profesional, así como todo aquello que personalmente te preocupe. Las mismas premisas se aplican cuando buscamos un maestro espiritual. Escucha tu voz interior, asegúrate de que tu elección “suene” verdadera, y luego actúa con el convencimiento de que puedes cambiar de opinión si se produce alguna señal de que has elegido mal o si aparece alguien mejor.
Rechaza a terapeutas, maestros y guías rígidos, limitados y dogmáticos. Dichas personas son arrogantes y exclusivas, y proclaman que tienes “las” respuestas o “el” camino. Este tipo de persona suele hacer poco trabajo personal consecuente y seguramente se haya expuesto muy poco al método que emplea con los demás. Incluso si se ha formado, esta formación se limita al análisis conceptual y a la teoría, y tiene poco que ver con la experiencia humana.
Desconfiad de terapeutas o maestros que os hablen frecuentemente sobre sus logros y mencionen clientes ricos o que destaquen en otros aspectos. Elude maestros o terapeutas que se vanaglorien de curar a sus clientes haciéndose responsables de los cambios que se producen en ellos. Dichos individuos también se vuelven dependientes de clientes para afirmar su identidad, a veces prolongando la relación con el fin de cubrir sus propias necesidades.
No siempre es fácil saber por dónde empezar a la hora de encontrar un buen terapeuta o maestro. A menudo la terapia es tan buena como lo es el terapeuta, por lo que no te limites a algunas técnicas y terapias específicas o te cierres a posibilidades de encontrar un maestro o terapeuta para ti en lugares que no esperas.
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