Nuestras respuestas emocionales residen en la amígdala del sistema límbico situado en la zona central del cerebro que rodea el tallo encefálico. Cuando estamos atrapados por el deseo o la rabia, cuando el amor nos enloquece o el miedo nos hace retroceder, nos hallamos en realidad bajo la influencia del sistema límbico. Las personas con lesiones en la amígdala tiene alteradas las emociones o carecen de ellas. Aunque normalmente controlamos con la mente la salida de los estados emocionales, en ocasiones las respuestas emotivas son tan rápidas que nuestro cerebro pensante (el neocórtex) no tiene tiempo de actuar.
Tanto nuestro sistema límbico como nuestro neocórtex están compuestos de millones de células que son alimentadas por la sangre. La calidad de la sangre depende de la alimentación y del funcionamiento de los sistemas de asimilación, transporte y eliminación. Por lo tanto, el equilibrio emocional depende entre otros factores del equilibrio alimenticio. Por ejemplo, algunos aminoácidos procedentes de las proteínas dan lugar a neurotransmisores (agentes de la comunicación entre las neuronas); otros a neuropéptidos, que modulan estos intercambios de información; sin cinc carecemos de olfato; el desequilibrio de ácidos grasos perturba la visión; sin glucosa no hay energía; sin sodio no hay transmisión nerviosa.
Es curioso ver cómo cambia el carácter cuando se cambia de dieta. Hace mucho más una buena dieta que algunos tratamientos psicológicos; en todo caso son dos herramientas que se apoyan mutuamente. No hay que olvidar que somos un todo y tratar por un lado el cuerpo y por otro las emociones no puede dar buenos resultados.
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