Al menos desde los inicios de la historia, el hombre lucha por dominar las fuerzas de la Naturaleza. Sin embargo, solo fue a partir del momento en que el hombre adquirió una idea de la ley y del orden cuando aprendió a controlarlos, al menos parcialmente, con el fin de ponerlos a su servicio. A medida que aprendía las leyes que controlan estos procesos, abandonaba los medios mágicos a través de los cuales procuraba dominar las fuerzas y fenómenos naturales, y entraba en un periodo más luminoso para él. A medida que progresaba en el conocimiento, cada vez que realizaba un nuevo descubrimiento, tenía una visión más clara del porvenir de la humanidad, y recibía un desafío aun más imponente que le impulsaba a realizar un esfuerzo siempre mayor.
De todos los ámbitos del conocimiento cultivados por el hombre, el que trata de la salud humana ha sido el menos sometido a una investigación científica real. En este terreno, aun predominan los métodos de la magia primitiva. Incluso el concepto que tenemos de la naturaleza esencial de la enfermedad y nuestro concepto fundamental referente a la naturaleza esencial de su causa, son los mismos que los de los hombres que pertenecían a las primeras civilizaciones.
Hoy en día, somos testigos de la extraña anomalía que consiste en ver a hombres, con formación científica, trabajar día y noche en laboratorios buscando medios mágicos para controlar las fuerzas y procesos de la vida. Para aquellos de nosotros que tenemos el privilegio de ayudar a difundir un conocimiento de las leyes de la vida y señalar los verdaderos medios para controlar las fuerzas de la Naturaleza en pro de la salud humana, el desafío nunca ha sido mayor, ni más cargado de promesas.
A la gente le gusta creer que son los gérmenes y los virus los causantes de las enfermedades, porque les libera de toda responsabilidad respecto a sus sufrimientos y también porque esto les descarga de cualquier necesidad de pensar. El ser humano ha aceptado con tanto entusiasmo la teoría del germen como agente responsable de la enfermedad, como había admitido antes, en una época más lejana, la etiología del demonio. La idea que consiste en pensar que fabricamos nuestras propias enfermedades, que somos los arquitectos de nuestros propios sufrimientos, y que nosotros mismos nos hemos creado nuestros propios problemas cuando caemos enfermos, aumenta implacablemente nuestra responsabilidad. Preferimos considerarnos las desgraciadas víctimas de fuerzas malignas, sobre las que solo poseemos poco poder, si es que tenemos alguno, y que merecen nuestra simpatía, antes de reconocer que somos las víctimas de nuestras propias locuras y que necesitamos corregir nuestro modo de vida.
Jamás insistiremos lo bastante en que las consecuencias de cada una de nuestras acciones son inherentes al acto mismo y que se producen conjuntamente con éste. Del mismo modo que no podemos correr más rápido que nuestra sombra, las acciones no pueden separarse de sus consecuencias. Desgraciadamente, se nos ha hecho creer en la inmunización y el remedio, en la penitencia y el perdón. Creemos que, gracias a la magia de los medicamentos y de la inoculación, podemos poner la mano en el fuego sin quemarnos, y que estamos autorizados a violar las leyes de la vida sin ningún peligro. Por ello, cuando poseemos una buena salud, no prestamos ninguna atención a los buenos consejos en torno a la manera de vivir, y cuando estamos enfermos procuramos que nos curen.
Si pudiéramos convencer a cada uno de la gravedad de la acumulación de los efectos que resultan de múltiples infracciones de la ley fisiológica, podríamos llevar a un gran número de los miembros más inteligentes de nuestra población a vivir de modo que se evitaran las consecuencias de una forma de vida errónea. El perjuicio que resulta de una simple violación de las leyes de la vida puede ser insignificante con relación a su resultado particular, pero los efectos acumulados de numerosas violaciones de este tipo se vuelven importantes por el daño que producen en conjunto.
El Tigre del Intento
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Una de las delicias de los practicantes de la tensegridad, es una forma
larga llamada el Tigre del Intento. Este Tigre es un tigre dientes de
sable, respi...
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