La terapia floral es un proceso en el que intervienen diversos factores, de entre los cuales la fórmula prescrita es solo uno de ellos. Dicho de otra manera, la terapia no solo son las flores, sino también el encuadre terapéutico, la gestión de expectativas, la relación terapeuta-cliente, los objetivos terapéuticos, etc...
Cuando preguntamos ¿cómo te han ido las flores? centramos toda la responsabilidad del proceso en la fórmula, y por tanto en la habilidad “formulatoria” del terapeuta, y no en lo que uno hace o no para estar bien o mal. Es decir que el cliente, o el amigo o familiar que toma la mezcla que le hemos dado, se convierte en un sujeto pasivo del proceso, al igual que ocurre en la medicina alopática, declinando toda la responsabilidad de su estado en la formulación y en la pericia del terapeuta. De este modo, si uno “está bien” las flores le “han ido bien”; si “está mal” las flores “no le han ido bien”. Sin duda esto es lo más cómodo para el cliente, pero también lo menos comprometido y lo más ineficaz, en la medida en que sitúa al terapeuta como responsable del bienestar o malestar del consultante, y si no al terapeuta o a las propias flores.
Pero todavía existe otra cuestión en torno a la famosa pregunta. Entre una visita y otra pueden ocurrir numerosas situaciones externas que obviamente inciden en el estado anímico del cliente. A pesar de que a veces acuda a terapia gente con mucha capacidad de discernimiento y conocimiento de sí misma, no es de esperar a priori que uno tenga la habilidad para deslindar la manera en que los acontecimientos están influyendo en el estado anímico y cómo lo harían si no estuvieran tomando las esencias.
Otro problema sobreañadido del ¿cómo te han ido las flores? es que acorta demasiado los plazos mínimos para hacer cualquier valoración medianamente objetiva de los resultados. ¿Por qué alguien tendría que estar mejor de un proceso crónico entre una primera y una segunda visita, después de haber tomado un frasco de flores? Hablando de una media de tres semanas entre una entrevista y otra.
Por lo tanto, se impone un buen encuadre terapéutico donde el terapeuta floral gestione adecuadamente las expectativas del cliente. Le explique que las flores son en realidad catalizadoras de una información que ya está en su interior y que no van a suplantar acciones personales ni a conmutar emociones negativas, sino a ayudarle a gestionarlas. Siempre el trabajo y la responsabilidad quedan en el terreno del cliente o de quien toma las flores. De esta manera se ayuda a que tome conciencia y se le sitúa en el centro del proceso.
Lo ideal es pactar un tiempo mínimo de terapia antes de hacer una evaluación del proceso terapéutico. Este tiempo podría oscilar entre 3 o 4 meses (con visitas y fórmula cada tres semanas). Obviamente, para hacer una evaluación deben existir unos objetivos fijados por terapeuta y cliente, y estos objetivos, para ser válidos, deben reunir una serie de requisitos (ser manejables, expresados en positivo, auto-responsabilizados, contextualizados, ecológicos...).
La consecución de determinados objetivos mediante la terapia floral va a depender de diversas variables, además de la fórmula floral: calidad de la relación terapeuta-cliente, grado de implicación de éste en su propio proceso, entorno vital del cliente, nivel de reactividad a las flores, tiempo transcurrido, calidad del terapeuta y un largo etcétera de factores...
Fuente: Ricardo Orozco
¿Cómo te han ido las flores?
Con el Desierto...
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Con el desierto ante ti, no digas: ¡Qué silencio!
Di: No oigo.
Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué aridez !
Di: ¡ qué extraña belleza
Con el desi...
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