A lo largo de la historia de la humanidad, el ser humano siempre ha deseado mantener la juventud. Desde siempre, la humanidad ha intentado desarrollar técnicas y cuidados para alcanzar la longevidad. Desde las técnicas de meditación hasta los cuidados en balnearios, pasando por recetas culinarias específicas y alimentos “semisagrados”, la búsqueda del elixir de la eterna juventud ha estado presente desde tiempos inmemoriales en las más diversas culturas.
En la actualidad este afán sigue vigente, quizá con intensidad desmedida y con informaciones que no siempre son acertadas. El organismo, como cualquier estructura mecánica, sufre desgaste. La esperanza de vida ha ido aumentando en los países desarrollados y, al mismo tiempo, hay un importante incremento de afecciones crónicas que afectan a un mayor número de personas.
El mantenimiento de la juventud implica, entre otras acciones, y en términos fisiológicos, lo siguiente:
• Mantenimiento de vasos circulatorios sanos, limpios y flexibles. También la sangre que circula por ellos debe ser fluida y nos transportar sustancias que dañen los vasos sanguíneos, con niveles adecuados de colesterol y triglicéridos, y una función antioxidante excelente.
• Piel tersa y flexible tonificada en su punto justo para que pueda seguir siendo una hermosa defensa.
• Tendones flexibles, huesos fuertes, músculos que puedan contraerse y relajarse cómodamente permitiendo que todo el sistema locomotor funcione sin limitaciones. El músculo cardíaco merece una atención especial, ya que sus válvulas han de ser igualmente eficaces.
• Función digestiva adecuada.
• Sistema inmunitario capaz de defender de infecciones y agresiones.
• Acción antioxidante conservada. Un nivel de oxidación elevado supone un envejecimiento prematuro de los tejidos, un recambio celular lento y un deterioro de estructuras que dejan de ser funcionales: la mácula ya no es tan transparente y los ojos ya no ven bien, la piel se engrosa, los vasos sanguíneos se endurecen, las mucosas pierden su integridad, los procesos inflamatorios no remiten, los tejidos cerebrales y nerviosos se destruyen con mayor rapidez, el sistema inmunitario se desequilibra, se forman procesos degenerativos, etc.
• Acción catalítica conservada. Las funciones que realizan las enzimas como biosistemas catalizadores es indispensable, por ello la formación de enzimas y la presencia de coenzimas debe estar asegurada.
• Acción desintoxicante conservada. Junto con las dos anteriores, éste es de vital importancia, dado que por el envejecimiento todos los procesos se ralentizan, con lo que sustancias que no deberían permanecer dentro ejercen su efecto perjudicial por el simple hecho de no haber sido neutralizadas o eliminadas.
Por otra parte:
• Capacidad intelectual conservada, procesos memorísticos aceptables.
• Alegría de vivir.
A partir de los 50 años, aunque se suele comer menos porque las necesidades energéticas son menores, no se deben desatender los requerimientos de vitaminas y minerales, por lo que cualquier propuesta antienvejecimiento debe incluir ácido fólico, vitaminas A, C, E, K, D, grupo B, hierro, calcio, magnesio, selenio, cromo, zinc, cobre, manganeso, silicio, azufre.
Algunas de las funciones de las sustancias nombradas anteriormente son. El azufre merece una mención especial ya que su función principal es participar en reacciones de desintoxicación, y numerosas sustancias lo contienen, entre los aminoácidos, la cisteína, la metionina y la taurina, el sistema glutatión (importante protector hepático). La alcachofa y el cardo mariano son buenos aliados para el hígado y de la sangre purificándola y con menos grasas. La luteína y la zeaxantina ejercen una función muy beneficiosa protegiendo la mácula y previniendo de la pérdida paulatina de visión. Junto con el mirtilo y las semillas de uva cuidan de nuestros ojos. También cabe destacar aquí la vitamina A y el betacaroteno por su mejora en la visión nocturna.
El cuidado del sistema locomotor requiere aportes de sulfato de glucosamina, para ayudar a nutrir el cartílago manteniendo la funcionalidad de las articulaciones; el magnesio ayuda a una correcta contracción muscular, esencial para el corazón; el silicio es fundamental para los tendones. Los huesos necesitan principalmente calcio y vitamina D para que éste sea absorbido, aunque es importante el aporte de minerales en general.
Se considera muy interesante la acción de la coenzima Q10 por su efecto antioxidante y especialmente por su beneficio sobre el sistema cardiovascular. En relación al cuidado del corazón y de los vasos sanguíneos sería interesante un aporte de aminoácidos como arginina y taurina, y la carnitina, que ayudan a disminuir las tasas de colesterol y los problemas de hipertensión.
Para el cuidado del sistema circulatorio, el ginko biloba es una de las plantas medicinales más apreciadas, pues su acción vasotónica se manifiesta principalmente en el cerebro, ayudando a mantener y mejorar la memoria y los procesos intelectuales. El extracto de mirtilo ayuda también a reforzar los pequeños capilares evitando la fragilidad que hace que se rompan con facilidad.
Los flavonoides como la antocianidina son eficaces por su capacidad para proteger las tramas de colágeno por lo que muchos tejidos se ven beneficiados, como los vasos sanguíneos, pero también la piel la mantiene tersa y en su tono, incluso suavizando las líneas de expresión con un uso continuado. Esta acción se ve complementada con el uso de mirtilo.
El betacaroteno nos ofrece, también, un interesante beneficio para el buen estado de la piel, al mismo tiempo que la protege de las radiaciones solares perjudiciales.
El té verde es una planta de uso muy antiguo cuyos polifenoles ayudan a prevenir determinados tipos de cáncer, ayuda a subir las defensas y a proteger las arterias del daño por oxidación y por el exceso de lipoproteínas LDL (colesterol malo).
El zinc interviene en numerosos procesos enzimáticos y en la regulación de los ejes hormonales en los que participa la hipófisis, así como en el correcto funcionamiento del páncreas junto con el cromo.
También es importante una suplementación de probióticos, ya que con ello se asegura el equilibrio de la flora intestinal, la piel y las mucosas se verán beneficiadas, manteniendo su integridad y flexibilidad.
Los ácidos grasos esenciales ayudan a hidratar la piel desde el interior, pues con el envejecimiento la piel se suele desecar, así mismo pueden participar en acciones antinflamatorias articulares y acciones protectoras cardiovasculares.
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