Nuestra energía vital es la fuente de nuestro bienestar tanto físico como mental, de la salud y de la alegría de vivir. Esta integra a la persona como una unidad. Todos nuestros circuitos y sistemas deberán estar libres de bloqueos para que esa energía fluya a través de ellos de forma óptima.
A lo largo de la historia se le ha dado diferentes nombres, Hipócrates la llamó: “el poder curativo de la naturaleza” (Vix Medicatrix Naturae), Paracelso Arqueo; la filosofía oriental, desde hace miles de años, viene considerando la existencia de esta energía en el cuerpo. Los chinos con la acupuntura, la denominan Chi, los hindúes Prana, los egipcios Ka y los hawaianos Mana.
Todo en el universo, en su naturaleza esencial es una secuencia, un ritmo de información y energía.
El mundo no manifestado, invisible, hay que dividirlo en: Información y Energía.
Con Kinesiología, Acupuntura, Homeopatía y Flores de Bach se trabaja el 80% en la Información; ésta viaja al cerebro a miles de kilómetros por hora llevando mensajes a través de los neurotransmisores.
El 80% de las patologías se encuentran en la información y en la energía. La enfermedad empieza por una mala información y como consecuencia una disminución de la energía vital; pasado un tiempo, si este descenso continúa, un órgano o cualquier sistema del organismo se verá afectado. De esta manera, si el cuerpo no puede adaptarse, aparecerán los síntomas y más tarde la enfermedad. Nuestro organismo está continuamente adaptándose a las agresiones externas e internas, esta adaptación se realiza a través del Hipotálamo.
En Occidente los médicos trabajan en la materia cuando la enfermedad ha atacado seriamente a los órganos y vísceras. Estas enfermedades funcionales las detectan por medio de análisis, radiografías, etc. Normalmente no van a tratar la causa de la patología, sino los síntomas y el órgano que esté enfermo.
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