En la naturaleza toda energía y todo cambio sustancial proceden del Sol. La vida terrestre es un inmenso y admirable laboratorio donde la energía solar se transforma de múltiples maneras. Y cada nueva complicación o diferenciación de la materia, no es en el fondo, más que la resultante de la acción de la energía del Sol sobre la masa virgen de la Tierra, convertida así en matriz donde se forma el fruto del acto creador de la luz solar. El antiguo concepto de Padre Sol, fecundando a la Tierra virgen y madre, encarna un hecho científico revestido de poesía.
El ciclo energético en la Tierra comienza con la evaporación del agua, que cayendo en forma de lluvia y atravesando las diversas capas geológicas, se carga de sales minerales en disolución. Luego los vegetales absorben estas sales y fijan el carbono combinado con el oxígeno, merced a la función de la clorofila (sustancia que da el color verde a las plantas), que no tendría lugar sin el estímulo de la luz solar. La clorofila se colorea de verde por todos los rayos del espectro solar, con inclusión de los infrarrojos y los ultravioletas, destruyéndose al cabo por la propia luz, al igual que el pigmento de la retina del ojo de los animales. Una vez activa y coloreada por la luz (sobre todo la roja), descompone el anhídrido carbónico del aire (C02), en carbono, que fija y aprovecha para ulteriores síntesis químicas, y oxígeno que deja libre.
El carbono es la base de la formación de compuestos orgánicos más complejos. Por reacción entre el anhídrido carbónico y el agua, aparecen los azúcares, según la siguiente fórmula:
A continuación y merced a esta continua transformación de la energía solar en energía química, los fermentos nitrificantes del suelo, determinan la fijación del nitrógeno atmosférico, base de la formación de los albuminoides, desde las más simples amidas y bases exónicas, hasta las moléculas complejísimas de la legumina.
La transformación del nitrógeno en amoníaco, del hidrógeno en agua, del carbono en anhídrido carbónico, del fósforo en fosfatos, del nitrógeno en nitratos, etc., para formar sales vitalizadas en el organismo vegetal, es siempre la consecuencia de la acción primordial de la luz del astro del día.
Hasta aquí la parte ascendente o sintética del ciclo energético, realizada en el reino mineral y el vegetal.
Después el reino animal realiza el circuito descendente, analítico o de descomposición, desintegrando las sustancias químicas, convirtiéndolas en compuestos cada vez más sencillos, que vuelven a la tierra, al aire y al agua, de donde procedieron. El organismo animal, por medio de un proceso llamado metabólico, del que forman parte las funciones de digestión, absorción, asimilación, secreción y excreción, descompone los materiales acumulados por el organismo vegetal, los recompone y asimila en parte, formando sus tejidos propios, y elimina el resto. A la postre, el trabajo orgánico desintegra también lo asimilado, y aun el propio organismo, finalmente, al morir, devuelve a los elementos de la naturaleza sus propios elementos componentes. Siempre con el concurso de los microbios que tanto actuaron en el ciclo ascendente vegetal como en el ciclo descendente al verificar la fermentación intestinal en vida y la putrefacción del cuerpo en la muerte.
Este ciclo expuesto a grandes rasgos, nos enseña la verdad de este enunciado biológico: "La vida es el mantenimiento de la forma a pesar del cambio de materia."
Los materiales de que nuestro cuerpo está formado, han cambiado totalmente al cabo de siete años. Este hecho, juntamente con la persistencia de nuestra conciencia personal, nos enseña que nosotros no somos nuestro cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario